La Necesidad del Arte

ERNST FISCHER

Cap. IV  El Contenido y la Forma

... Pero, por muy importante que sea reconocer que el significado y el contenido de una obra superan el tema, no es menos esencial conceder al tema la importancia que le corresponde. Vale la pena detenerse a considerar la evolución de los temas en la literatura y el arte, pues la elección de un tema refleja las condiciones sociales y la conciencia social predominantes en una época determinada. El paso de los temas míticos a los temas profanos, la penetración de las personas comunes en el mundo de los reyes y de los nobles, la secularización de los temas sagrados con la descripción de la vida cotidiana en la ciudad y en el campo, el descubrimiento de los seres humanos que trabajan como tema artístico, la sustitución de la tragedia noble por el drama burgués son otros tantos temas nuevos que indican un nuevo contenido y exigen formas nuevas, como, por ejemplo, la de la novela. Esta evolución no está sometida a fórmulas rígidas ni sigue un orden temporal regular: primero un tema nuevo, luego un nuevo contenido y finalmente una forma nueva. Se trata más bien de influencias recíprocas, complejas y múltiples, y puede ocurrir que algunos artistas geniales, como Giotto o Cervantes, aceleren bruscamente el proceso y salten varias etapas de golpe. El duradero poder de los temas tradicionales (especialmente de los temas religiosos), la prolongada influencia de un estilo antiguo, la diversidad de las condiciones sociales, técnicas e ideológicas que pueden favorecerse mutuamente o aniquilarse provisionalmente, la feliz y accidental aparición de una gran personalidad artística, son factores que pueden retrasar o acelerar la evolución, y nuevas significaciones y nuevas formas pueden surgir lentamente, dolorosamente, entre contradicciones múltiples, o fácilmente, súbitamente. Cuando analizamos una obra de arte concreta, un movimiento o un período artístico, debemos evitar toda opinión preconcebida. Pero cuando examinamos los rasgos generales de la historia del arte vista en su conjunto, no podemos dejar de ver que los cambios ocurridos en el contenido y en la forma de las artes son, en última instancia, resultado de cambios sociales y económicos. Es, en definitiva, el nuevo contenido lo que determina las nuevas formas.

No es infrecuente que un nuevo contenido se exprese con formas antiguas; pero también puede ocurrir que destruya las formas antiguas con una violencia casi explosiva y haga nacer otras nuevas. El crítico suizo Konrad Farner cita el arte cristiano del último período de la Antigüedad como ejemplo de un nuevo contenido que adopta provisionalmente formas antiguas. Este arte, escribe:

“... utilizó formas paganas antiguas para expresar un nuevo contenido que ya no era pagano. Los artistas cristianos hubieron de utilizar las formas para presentar el nuevo contenido de la manera más directa posible, porque estas formas correspondían a maneras de ver habituales y la preocupación fundamental de los primeros cristianos era propagar ampliamente el mensaje del cristianismo para crear un mundo nuevo. Tuvieron que surgir y desaparecer generaciones enteras de artistas antes de descubrir una norma nueva que correspondiese al nuevo contenido, pues las formas nuevas no se crean de golpe y no se introducen por decreto. Lo mismo cabe decir, por lo demás, de los contenidos nuevos. Pero, digámoslo claramente: lo primero que se renueva es siempre el contenido y no la forma; es el contenido el que engendra la forma y no al contrario; el contenido viene antes, no sólo en orden de importancia sino también en el orden cronológico: así ocurre en la naturaleza, en la sociedad y, por consiguiente, en las artes. Cuando la forma es más importante que el contenido, se constatará en seguida que el contenido está anticuado. A finales de la Edad Media, era el gótico tosco y elemental; en la época de la burguesía en descomposición, es la abstracción vacía.”

Es innegable que el cristianismo ha aportado al mundo ideas nuevas. Pero no debemos olvidar que en los primeros siglos de nuestra era pertenecía a la antigüedad, incluso por su contenido. Competía con otras religiones similares, como los cultos de Mithra, de Isis y de Separis, religiones que superaban las fronteras locales e intentaban satisfacer la sed de unidad religiosa del mundo antiguo. El cristianismo, especialmente en su versión alejandrina, procuraba establecerse como movimiento inserto en el marco de la Antigüedad, asociándose a las artes y a la filosofía del período. Pero nada de esto tiene una relación directa con nuestro tema. La idea de Farner, con la que no podemos por menos que estar de acuerdo, es que las ideas nuevas pueden utilizar formas antiguas para expresarse en las obras de arte.

El gótico primitivo conoció una enorme cantidad de formas nuevas y de nuevos medios de expresión, que resultaban de un nuevo contenido social y de la aparición de nuevas clases sociales. Este proceso se había iniciado bastante antes, a finales del período románico. El mundo formal de la época románica, el orden feudal, había sido modificado. La jerarquía rígida, en cuyo seno no había seres humanos sino únicamente rangos y castas, se hundía. La solemnidad inaccesible de los señores feudales sentados en su trono, con los vasallos a sus pies, los dorados, los rojos y los azules, la brillantez fría, los gestos mesurados de los superhombres aristocráticos: todo fue reemplazado por el realismo extático del arte gótico primitivo y del románico tardío. El Cristo doliente y atormentado, el Cristo próximo al pueblo en su pobreza y su fealdad, reemplazó al señor feudal de los ejércitos celestiales. La Virgen María, protectora de los humillados y ofendidos, sustituyó a la Reina de los Cielos, sentada en medio de esplendores. En la escultura románica tardía, Lázaro era ya una figura central que denunciaba la arrogancia de los ricos y los poderosos, de los glotones y los voluptuosos, el orgullo y los vicios de la carne. Los perros lamen las llagas de Lázaro, pero ya se acerca el ángel que le conducirá al Paraíso, y la Muerte y el Diablo preparan un fin siniestro a Dives, el rico. La muerte de Dives se describe con un verdadero frenesí de fantasía vengadora: un demonio le arranca el alma por la boca, otro se burla de su bolsa de dinero, una cohorte infernal de monstruos, de pájaros, de serpientes se precipita sobre él y se lleva al infierno su cuerpo lacerado. Friedrich Heer escribió en El nacimiento de Europa:

“Otras esculturas próximas (en la fachada de Moissac) describen el castigo de los ricos y de otros pecadores en el infierno. Vemos al avaro que se retuerce en el suelo y anda sobre los pies y las manos, como un cuadrúpedo; su espalda está deformada, su bolsa yace al lado, mientras un diablo de miembros a la vez humanos y animales, ayudado por otros dos demonios, le hiere el cuerpo con sus garras... La femme aux serpents, desnuda, con serpientes y sapos prendidos de los senos, es un tema frecuente en la propaganda de este arte popular como personificación de la lujuria...”

Friedrich Heer, escritor católico, comprendió muy bien que el nuevo arte, que barría tanto el contenido como la forma de las tradiciones románicas feudales, estaba determinado por los cambios y las revueltas sociales de la época. Millares de campesinos sin tierra se habían puesto en movimiento y con ellos toda suerte de personas errantes: monjes fugitivos, peregrinos, estudiantes y vagabundos. El creciente poder del dinero minaba la estructura de la sociedad feudal. Surgía una nueva clase, segura de sí misma: la de los habitantes de las ciudades, antecesores de la burguesía; adquiría importancia una nueva capa social, la de la pequeña nobleza; un gran número de obreros se reunían por vez primera en los talleres de la industria textil primitiva de la Edad Media; el movimiento social de los ciudadanos y de la pequeña nobleza de los campesinos y los proletarios, convirtió la Biblia en una arma contra los poderosos y suscitó la herejía militante; Abelardo y otros invocaron al Espíritu Santo en su lucha contra el conformismo feudal y apelaron a las tradiciones de la Antigüedad contra el dogmatismo y contra el poder de la jerarquía; la influencia de la cultura árabe contribuyó a esta fermentación de los espíritus; el embrión de la revolución burguesa comenzó a removerse en el vientre de la Europa cristiana.

La creación de las cofradías urbanas de la construcción fue uno de los síntomas de la nueva época; y estas cofradías se convirtieron a su vez en transmisoras de un nuevo estilo. Heer exagera quizá cuando pretende que “...el viejo mundo de la Edad Media feudal se fundió y remoldeó en el espíritu de cruzada que impulsaba el movimiento de los constructores”. Pero es innegable la importancia de este movimiento como elemento de una tendencia social más amplia. Heer señala que “el punto de transición se revela en las obras individuales y en la variedad de los temas...

En Saint-Julien-en-Brioude, nos encontramos ante dos albañiles: rostros vigorosamente realistas de rasgos toscamente tallados... Por primera vez en la historia de Europa nuevas capas sociales exigen que se les oiga o, mejor dicho, al principio, que se les vea... El dinamismo del nuevo “pueblo”, de las nuevas masas, busca su expresión. Y empezamos a encontrar representaciones de verdaderas escenas de masas, como por ejemplo en la cripta de la catedral de Clermont-Ferrand. Personas ordinarias de todo tipo, grandes y pequeñas, se reúnen en torno a Cristo en el momento de realizar el milagro de los panes y los peces. Sus manos se tienden hacia el pan que les da. Las siluetas están trazadas con un realismo riguroso, sus gestos y sus rostros están dibujados con rasgos grandes y firmes. El Cristo dulce, robusto, amable es ya aquí un verdadero “Cristo del pueblo”.... “

Así, a medida que el románico se transforma en gótico, que el feudalismo puro declina y abre paso a una situación en la que la burguesía puede progresar continuamente, se introduce en el arte un nuevo contenido social que produce nuevas formas y nuevos medios de expresión; el nuevo arte es medio realista, medio extático. Ha empezado el largo proceso de secularización de las artes -con las canciones de los trovadores, con la introducción del realismo popular en las artes visuales, con la humanización de la figura de Cristo, con la aparición de la razón y de la protesta individual en el marco de la filosofía cristiana. El estilo que había idealizado y glorificado el mundo feudal, que sólo reconocía el rango y el orden y no las relaciones humanas, resultó incompatible con los nuevos movimientos y cambios sociales. La necesidad de expresión de las nuevas clases exigía nuevos medios. Si observamos la expansión del gótico veremos que se utilizaron métodos realistas, e incluso naturalistas, cuando el pueblo empezó a desempeñar un papel en las artes plásticas. Los descubrimientos de la moderna investigación parecen indicar que el arte de la sociedad primitiva sin clases empezó por un naturalismo primitivo; la estilización y la abstracción sólo se impusieron al final de la Edad de Piedra y predominaron en todos los sistemas aristocráticos de gobierno; en cambio, la tendencia contraria tenía siempre su origen en las capas plebeyas. En el gótico, el primer movimiento burgués en el arte dentro del sistema feudal todavía subsistente, los resultados fueron muy contradictorios: por un lado, un realismo violento y extremadamente audaz; por otro lado, la aspiración ferviente a una vida espiritual, no material, a la huida de este valle de lágrimas para buscar refugio en el más allá. Las torres de la catedral gótica, elevadas hacia el infinito, son en sí mismas ambivalentes: expresan un desafío al cielo y, al mismo tiempo, un deseo extático de redención. Las capas sociales que aspiraban a liberarse estaban todavía ligadas al sistema feudal y a sus tradiciones. Esto explica el carácter profundamente contradictorio del arte gótico, tan admirado por su audacia, tan menospreciado por sus bárbaras absurdidades. Pero, por encima de todo, el gótico expresaba la humanización de los temas sagrados, aunque este elemento esencial esté parcialmente ocultado por los monstruos siniestros y diabólicos y por un transcendentalismo apasionado.




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